Versión escrita: Amelia siempre había sido una niña alegre y extrovertida. Desde pequeña, había compartido juegos y secretos con sus amigas: Clara, Lucía y Marta.
Las cuatro eran inseparables, hasta que un día todo cambió.
Al inicio del nuevo curso escolar, Clara, Lucía y Marta comenzaron a alejarse de Amelia. Se juntaban en el recreo, organizaban planes fuera del colegio y excluían deliberadamente a Amelia.
Amelia confundida y herida, no comprendía qué había pasado.
Un día, Marta le dijo: «Ya no eres bienvenida en nuestro grupo. No eres como nosotras». Aunque dolida, Amelia decidió que no dejaría que esto afectara su autoestima.
Ese mismo día, en clase de música, Amelia decidió tocar una pieza en el piano que había aprendido por su cuenta. Su talento era innegable, y pronto, otros estudiantes se acercaron a escucharla.
Día tras día, Amelia compartía su música y otros estudiantes compartían sus propios talentos con ella.
Con el tiempo, Amelia formó un club de música donde cada uno mostraba sus habilidades y aprendían los unos de los otros.
Sus tardes estaban llenas de melodías y risas, y ganó muchos amigos en el proceso.
Una tarde, Lucía, con los ojos llenos de lágrimas, se acercó a Amelia y le dijo: «Me siento mal por cómo te tratamos.
¿Hay espacio para mí en el club de música?» Amelia, con una sonrisa amable, respondió: «Siempre hay espacio para uno más aquí».
Con el tiempo, Amelia aprendió que no necesitaba la aprobación de un grupo para sentirse valiosa. Su talento y amabilidad atrajeron a las personas adecuadas a su vida, mostrándole que su verdadero valor estaba en ser ella misma.
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