Versión escrita: En un pequeño y apartado pueblo rodeado de montañas que guardaban antiguos secretos, había un puente mágico conocido como «El puente de las estaciones». Este puente no era solo madera y piedra, parecía tener vida propia y no cruzaba un río ni un abismo, sino el propio tiempo.
Cada tramo representaba una estación del año y, curiosamente, una etapa de la vida.
Cuando los niños del pueblo alcanzaban los siete años de edad, la tradición dictaba cruzar el puente por primera vez.
Al iniciar el recorrido, la primavera les recibía con un coro de flores que parecían cantar y danzar al viento «Juega, ríe, crece» murmuraban reflejando las risas, juegos y descubrimientos de la infancia. Los niños se detenían para maravillarse y, aunque querían avanzar rápidamente, aprendían a disfrutar de esa parte del camino.
Luego, el puente se transformaba en un radiante y cálido verano, evocando la efervescencia de la adolescencia y la juventud. En esta etapa, el camino estaba lleno de aventuras, amistades y primeros amores. La música de guitarras y risas distantes se escuchaban de fondo mientras una voz familiar y madura susurraba: «Ama, sueña, vive». Algunos jóvenes querían permanecer allí para siempre, mientras otros estaban ansiosos por ver lo que venía a continuación-.
El puente luego se tornaba en un melancólico pero reconfortante otoño, con su paleta de ocres y rojos, lleno de hojas que caían en suaves remolinos y que les hablaban de desafíos y superaciones. «Aprende, lucha, perdona», decían representando la adultez y sus responsabilidades. Muchos se sentían abrumados, pero con el tiempo aprendían que cada hoja tenía su lugar y que todo formaba parte del ciclo de la vida.
Finalmente, el puente se cubría de nieve, marcando el silencioso invierno que representaba la vejez. Esta parte parecía tranquila y serena, llena de recuerdos y sabiduría «Recuerda, valora, descansa» susurraban aquí las voces. Aunque en este tramo los pasos eran más lentos, aquí aprendian a valorar cada momento y a esperar pacientemente el renacer de una nueva primavera.
El puente de las estaciones no solo se cruzaba una vez en la vida; los habitantes del pueblo podían recorrerlo cuantas veces quisieran, reviviendo y reflexionando sobre cada etapa porque la vida es un ciclo constante de cambios y estaciones y a veces olvidamos disfrutar de ella y ser pacientes apreciando la belleza de cada momento.
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