Versión escrita: Había una vez un pequeño niño llamado Lucas, que vivía en un hermoso pueblo rodeado de montañas. Un día, Lucas decidió aventurarse en una caminata por las montañas, pero se olvidó de llevar agua y comida.
Lucas caminó y caminó hasta que se hizo tarde y empezó a tener sed y hambre. Se sentó en una roca y se lamentó de haber olvidado su botella de agua. De repente, empezó a llover. Lucas se sintió desanimado porque pensó que su caminata estaba arruinada.
Pero luego, algo mágico sucedió. Lucas abrió la boca y dejó que la lluvia cayera en ella. Descubrió que el agua de lluvia era fresca y deliciosa. Se sintió agradecido por la lluvia, porque sin ella, no habría tenido nada que beber.
Lucas siguió caminando hasta que encontró un manzano. Estaba lleno de manzanas deliciosas, pero estaban demasiado altas para que Lucas las alcanzara. Se sintió triste porque tenía hambre y no podía alcanzar las manzanas.
Pero luego, la lluvia comenzó a caer con más fuerza y las manzanas comenzaron a caer del árbol. Lucas se dio cuenta de que la lluvia había hecho posible que pudiera obtener la comida que necesitaba. Y nuevamente se sintió agradecido por la lluvia, porque sin ella, no habría tenido nada que comer.
Lucas aprendió una valiosa lección ese día. Se dio cuenta de que a veces las cosas no salen como las habíamos planeado, pero incluso en los momentos difíciles, siempre hay algo por lo que estar agradecido.
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