Hay personas que parecen tenerlo todo: inteligencia, habilidades, ideas brillantes. Pero a veces, lo que les impide avanzar no es una falta de capacidades, sino la falta de humildad.
Lo curioso es que esto no empieza en la edad adulta. La humildad, o su ausencia, empieza a construirse en la infancia.
Y por eso es tan importante trabajarla desde pequeños.
➤ La humildad se aprende
Muchos niños y niñas crecen con la idea de que equivocarse es malo. O que si no tienen razón, valen menos.
Algunos aprenden a competir en todo, pero no a colaborar. Y pocos reciben herramientas para decir con tranquilidad: “me equivoqué”, “no lo sé”, o “gracias por enseñármelo”.
Con el tiempo, esto se traduce en adultos que no escuchan, no aceptan críticas y se resisten a reconocer sus errores.
La buena noticia es que esto se puede cambiar. Y cuanto antes se empiece, mejor.
➤ ¿Cómo se manifiesta la falta de humildad en la infancia
La falta de humildad no siempre se ve como algo grave, pero tiene muchas formas:
- Cuando interrumpen constantemente porque creen que su opinión es la única válida.
- Cuando se niegan a reconocer que se han equivocado.
- Cuando se burlan de quienes fallan.
- Cuando solo quieren tareas “importantes” y desprecian las que no les dan protagonismo.
- Cuando no aceptan sugerencias ni consejos de compañeros.
- Cuando necesitan ganar siempre, cueste lo que cueste.
No lo hacen por maldad. Lo hacen porque todavía están aprendiendo otras formas de relacionarse.
Están en pleno desarrollo y necesitan referentes que les muestren cómo reconocer errores, colaborar, escuchar y valorar a los demás.
Además, su cerebro aún está madurando. La zona encargada de la autorregulación emocional, la empatía, la toma de perspectiva y el control de impulsos (el corte prefrontal) no está completamente desarrollada durante la infancia.
Esto hace que, de forma natural, les resulte más difícil controlar sus reacciones, aceptar límites o ponerse en el lugar del otro.
➤ ¿Qué es realmente la humildad?
La humildad no es callarse, no es obedecer sin pensar, ni quitarse valor. La humildad es:
- Escuchar con respeto.
- Reconocer que aún nos queda mucho por aprender.
- Valorar a los demás.
- Pedir ayuda cuando se necesita.
- Dar las gracias
- Aceptar que no siempre tenemos razón.
- Apreciar el trabajo que otros hacen, aunque no sea “perfecto”.
- Es compartir sin necesidad de sobresalir.
Igual que enseñamos a sumar o a lavarse los dientes, también podemos enseñar a ser humildes. Y cuanto antes empecemos a trabajarlo, mejor.
➤ ¿Cómo lo hacemos?
En Vercuentos, hemos preparado una programación por sesiones para trabajar la humildad. Cada sesión combina cuentos, dinámicas, preguntas y situaciones cotidianas..
No les hablamos de la humildad como un “valor abstracto”. Les ayudamos a vivirla, entenderla y practicarla de forma cercana, natural y sobre todo, útil.
Porque un niño que aprende a ser humilde hoy… Será un adulto que escucha, que colabora, que admite sus errores y sigue aprendiendo.
Un adulto que no necesita tener siempre la razón, ni destacar por encima de nadie para sentirse valioso. Y eso es un regalo para cualquier grupo, familia o sociedad.
¿Te interesa conocer esta programación para aplicarla en tu aula, centro o grupo? Escríbenos para recibir más información a mail@vercuentos.com